Eliana Bravo Vesga - Deudas

Esta es una frase que hemos escuchado desde que éramos pequeños, posiblemente, también vimos como era puesta en práctica por nuestros  abuelos, padres o familiares más cercanos.  Esta verdad a medias, que se fue grabando en nuestro “disco duro”, no es más que un condicionamiento verbal y   visual, que se convirtió en creencia, fue pasando de generación en generación y ha sido utilizada, por todos nosotros, sin cuestionarnos si nos ayuda o nos detiene en la búsqueda de nuestro bienestar.

Para aclarar el tema,  debemos saber que existen deudas malas y  deudas buenas. Por esta razón, vale la pena explicar cada una de ellas con sus correspondientes matices.

Las deudas malas, son deudas que no nos producen ningún beneficio económico, porque son el producto de nuestros deseos y de nuestra falta de planeación, ya que, acudimos a ellas, solo para adquirir caprichos. En este caso, cuando decimos: “si uno no se endeuda nunca tiene nada” erróneamente estamos pensando en mejorar, en progresar, pero esta práctica dista mucho de esa realidad. Les explicaré con un ejemplo sencillo:

Cuando decidimos comprar un carro por intermedio de un crédito con una entidad financiera, la gente que nos rodea generalmente afirma: “cómo ha progresado”, pero ese concepto lo traen a su mente por lo que ven: “un carro nuevo”, lo que está detrás de cámaras es todo lo contrario al progreso, porque ese carro realmente no es nuestro, es del banco, lo que es nuestro es la obligación que adquirimos y con la cual terminaremos pagando casi el doble del valor en que lo compramos. Todo ello sin contar que, cuando el carro sea nuestro, su valor comercial no superará el 70% del valor de compra. Entonces les pregunto ¿en qué parte de la historia está el progreso?

Por otra parte, existen las deudas buenas, en las que no sólo se adquiere la obligación sino también un beneficio económico. Es decir, cuando adquirimos este tipo de deuda, no lo hacemos por consumistas, sino porque ese dinero que prestamos va a trabajar para nosotros, generando un retorno superior al costo del crédito. En este caso,  le pagaremos al banco y a su vez obtendremos una ganancia. Por lo cual si podemos hablar de progreso.

El ejemplo podría ser la compra de un inmueble con crédito hipotecario, siempre y cuando este inmueble sea alquilado por un valor superior a la cuota que se deba pagar al banco sumados los gastos que genere el inmueble (mantenimientos, impuestos, etc..) quedando entonces un flujo de efectivo a su favor.

Así las cosas, espero que a partir de ahora cuando vayas a tomar la decisión de endeudarte, tomes en cuenta estos conceptos y antes de engañarte con la trillada frase: “el que no se endeuda nunca tiene nada” analices si tu deuda te permitirá realmente caminar hacia el progreso y la libertad o hacia la esclavitud financiera.

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