Cuando se acerca el fin de año, es normal que  evaluemos las cosas que hicimos a lo largo de los 11 meses anteriores para obtener el balance entre “los objetivos” propuestos y los que realmente logramos alcanzar.

A principio de año tenemos muchas intenciones para hacer cosas en pro de mejorar, de manera integral, todos los aspectos de nuestra vida. Frases como: “¡Este año si voy a bajar de peso! ¡Este año si aprendo un nuevo idioma! ¡Este año si me esforzaré por ser una mejor persona! ¡Este año si pagaré todas mis deudas! ¡Este año si voy a ahorrar!”, las repetimos, sin cesar, mientras los años transcurren.

El problema es, precisamente, que no pasan de ser buenas intenciones, que se quedan en la efusividad del momento, pero nunca las estructuramos en objetivos, ni mucho menos formulamos estrategias para lograrlas. No tenemos claro que una intención es diferente a un objetivo, por eso, año a año, cuando hacemos el balance entre lo “planeado” y lo realizado, vemos como muchas cosas se quedaron en el tintero.

Cuando decimos “¡este año si voy a ahorrar!” sólo tenemos la intención de hacerlo, pero, si decimos: “a 31 de diciembre de 2017 tendré 10 MCOP ahorrados para completar la cuota inicial del apartamento”, tenemos un objetivo. Es importante que cada objetivo que nos planteemos – independientemente del área de nuestra vida a la cual vaya enfocado- cumpla las características S.M.A.R.T, lo que significa que debe ser específico, medible, alcanzable, realista y con una fecha límite de ejecución.

Ahora bien, no se trata de estructurar un objetivo, porque si o porque mi vecino lo va hacer y yo también quiero, eso no tiene sentido.  El éxito de un objetivo está directamente relacionado con el conocimiento previo de nuestra situación actual. Hacer un diagnóstico a conciencia, nos va a permitir saber qué tan firme es el terreno que estamos pisando y, en esta medida, qué tan realista es el objetivo que me voy a plantear.

Planteados ya los objetivos, no se pueden quedar en el papel, así que es sumamente importante tener una o varias estrategias, es decir, debemos definir una ruta secuencial y lógica a  seguir -partiendo de nuestro diagnóstico- para saber cómo vamos a lograr esos objetivos propuestos.

Ahora que ya tienes clara la diferencia entre intenciones y objetivos, ponte a la acción y realiza la tarea completa, verás cómo año tras año dejarás de repetir como lora: ¡este año si…!

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